
“El cuerpo siempre se ha considerado como la expresión física del vínculo existente entre el mundo interior y el exterior. Está diseñado para el movimiento y éste es tan natural e importante para la vida como el respirar.
El movimiento, equilibra, sana, despierta, infunde energía.
Se genera energía psíquica que transformamos en fuerza y conocimiento.
Coordina nuestras respuestas físicas y enlaza los hemisferios cerebrales juntando lo intuitivo con lo racional.
Toda danza es gesto y cualquiera de nosotros tiene gestos que son exclusivamente nuestros.
Es lo que nos da individualidad y carácter.
El gesto une la persona exterior con la interior, y nos sirve como puente para llegar a los aspectos divinos.
La danza invoca y desafía las energías.
La acción de esas energías depende menos del talento para danzar, que del hecho de su participación en la danza.
Cualquiera que pueda mover alguna parte de su cuerpo puede participar en una danza mágica, aunque no sea más que con el parpadeo de sus ojos o el ritmo de su respiración.
El grado de energía invocada viene determinado por la participación y el significado que se asocia con el movimiento.
Todos los gestos y movimientos han de ser simbólicos.
Y cuanta mayor significación vinculemos al movimiento, mayor será también la liberación de la energía.